El miedo es una emoción básica, la cual nos acompaña desde el momento que venimos al mundo. Se considera una reacción normal y constante en el funcionamiento y desarrollo humano, teniendo un importante valor funcional y adaptativo, sobretodo en la infancia. Por lo que los miedos infantiles forman parte del desarrollo normal del niño, siendo habitual que aparezcan a determinadas edades.
Los miedos evolutivos se caracterizan por ser transitorios, están ligados a etapas evolutivas concretas, y facilitan el desarrollo de habilidades de afrontamiento.
Es normal que entre los siete y doce meses aparezca el miedo a los extraños, ya que ahora son capaces de diferenciar entre las personas familiares y las desconocidas y evitarán estar con personas ajenas a su entorno. A partir de los dos años de edad empiezan a aparecer otros miedos; como a los animales y a la oscuridad, éste último es frecuente en la infancia y puede extenderse durante un largo período de tiempo. Cuando comienza la etapa escolar, alrededor de los seis años, muchos niños empiezan a tener miedo de seres imaginarios como brujas o fantasmas, y también de quedarse solos en casa sin ningún progenitor. Estos miedos coinciden con un progreso en el dominio del lenguaje, teniendo mayor capacidad de abstracción y de comprensión. En esta etapa también son frecuentes el miedo a los fenómenos naturales como las tormentas o el fuego.
A partir de los siete u ocho años el infante ya es capaz de recordar experiencias y anticipar posibles peligros que le inquietan y preocupan, apareciendo el miedo al peligro, al fracaso y al daño físico. Una vez que entran en la pubertad los temores se centran en los juicios de los demás, siendo los miedos en esta etapa predominantemente sociales, girando en torno a las relaciones interpersonales y acerca de la propia autoestima e imagen.
Hemos resumido los principales miedos infantiles en cada etapa, habituales en la infancia y la mayoría desaparecen con el paso del tiempo, una vez que el menor va adquiriendo las adecuadas habilidades de afrontamiento. Ahora bien, si el miedo ante determinados estímulos perdura más de lo esperado o altera la calidad de vida y afecta al bienestar emocional del niño podemos estar ante una fobia.
Las fobias consisten en una forma especial de miedo caracterizado por ser desproporcionado respecto a la situación, son irracionales, es decir, quedan fuera del control voluntario, y llevan a emitir respuestas de evitación. El miedo se extiende más de seis meses y no se corresponde a la edad o estadio evolutivo. Las principales fobias infantiles son la fobia escolar, los miedos relacionados con el daño físico y la muerte, la fobia social, el miedo a los animales y a la oscuridad.
Una vez que hayamos identificado una posible fobia en nuestro hijo, es conveniente buscar lo antes posible tratamiento psicológico, ya que interfiere significativamente en la vida del menor. El psicólogo será el encargado de evaluar si realmente se trata de una fobia y en tal caso aplicar el correspondiente tratamiento.
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